32. EL JUICIO FINAL

(1)

A. Dios ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia por Jesucristo, a quien todo poder y juicio ha sido dado por el Padre: Hch. 17:31; Jun. 5:22, 27.
B. En aquel día, no sólo los ángeles apóstatas serán juzgados: 1 Co. 6:3; Jud. 6.
C. sino que también todas las personas que han vivido sobre la tierra comparecerán delante del tribunal de Cristo: Mt. 16:27; 25:31-46; Hch. 17:30, 31; Ro. 2:6-16; 2 Ts. 1:5-10; 2 P. 3:1-13; Ap. 20:11-15.
D. para dar cuenta de sus pensamientos, palabras y acciones, y para recibir conforme a lo que hayan hecho mientras estaban en el cuerpo, sea bueno o malo: 2 Co. 5:10; 1 Co. 4:5; Mt. 12:36.
(2)
A. El propósito de Dios al establecer este día es la manifestación de la gloria de su misericordia en la salvación eterna de los escogidos, y la de su justicia en la condenación eterna de los réprobos, que son malvados y desobedientes: Ro. 9: 22, 23.
B. pues entonces los justos entrarán a la vida eterna y recibirán la plenitud de gozo y gloria con recompensas eternas en la presencia del Señor; pero los malvados, que no conocen a Dios ni obedecen al evangelio de Jesucristo, serán arrojados al tormento eterno y castigados con eterna perdición, lejos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder: Mt. 18:8; 25:41,46; 2 Ts. 1:9; He 6:2; Jud. 6; Ap. 14:10, 11;Lc. 3:17; Mr. 9:43,48; Mt. 3:12; 5:26; 13:41,42; 24:51; 25:30.
(3)
A. Así como Cristo quiere que estemos totalmente persuadidos de que habrá un Día de Juicio, tanto para disuadir a todos los hombres de pecar: 2 Co. 5:10, 11.
B. como para ser de mayor consuelo de los piadosos en su adversidad: 2ª Ts. 1:5-7.
C. así también quiere que los hombres no sepan cuándo será ese día, para que se desprendan de toda seguridad carnal y estén siempre velando porque no saben a qué hora vendrá el Señor: Mr. 13: 35-37; Lc. 12:35-40.
D. y estén siempre preparados para decir: Ven, Señor Jesús; ven pronto, Amén: Ap. 22: 20

EL JUICIO FINAL

Otro de los importantes concomitantes del regreso de Cristo es el juicio final que será de una naturaleza general. El Señor viene otra vez con el preciso propósito de juzgar a los vivos y consignar a cada individuo a su destino eterno.

LA DOCTRINA DEL JUICIO FINAL EN LA HISTORIA

La doctrina del juicio general y final estuvo desde los tiempos más primitivos de la era cristiana relacionada con la resurrección de los muertos. La opinión general era la de que los muertos se levantarían para ser juzgados según los hechos cometidos en el cuerpo. La certidumbre de este juicio se acentuaba como una solemne advertencia. Esta doctrina ya idea que más domina era que este juicio estaría acompañado con la destrucción del mundo.
Como un todo, los Padres de la Iglesia primitiva no especularon mucho acerca de la naturaleza del juicio final aunque Tertuliano es una excepción. Agustín procuró interpretar algunas de las afirmaciones figuradas de la Escritura respecto al juicio. En la Edad Media los escolásticos discutieron el asunto con gran detalle. También ellos, creyeron que la resurrección de los muertos sería seguida de inmediato por el juicio general, y que esto marcaría el fin del tiempo del hombre.
En ese sentido general todas las criaturas racionales se presentarán en el juicio, y éste traerá una manifestación general de los hechos de cada uno, así de los buenos como de los malos.
Cristo será el Juez, aunque otros se asociarán con El en el juicio; sin embargo, no como jueces en el sentido estricto de la palabra. Inmediatamente después del juicio habrá una conflagración universal. Aquí dejamos fuera de consideración algunos de los otros detalles.
Los Reformadores participaron de este concepto en general, pero añadieron poco o nada al concepto dominante. El mismo punto de vista se encuentra en todas las confesiones protestantes las cuales explícitamente afirman que habrá un día de juicio al fin del mundo, pero no entran en detalles. Así ha sido el concepto oficial de las iglesias hasta el tiempo actual. Esto no significa que no encuentren expresión otros conceptos. Kant infería del imperativo categórico la existencia de un juez supremo que enderezaría todos los errores.
Algunos no se inclinaron a aceptar la constitución moral del universo, ni creyeron que la! historia se estaba moviendo hacia una terminación moral, y de esta manera negaron el juicio futuro. Von Hartmann le dio a esta idea una construcción filosófica. En la teología moderna amplitudista, con su énfasis sobre el hecho de que Dios es inmanente en todos los procesos de la historia, hay una tendencia fuerte a considerar el juicio primario, si no Dios con los hombres no se encuentra la intermitencia ni la suspensión de ninguno de los atributos de su Ser. Por lo tanto, el juicio no es más cierto en el futuro que en el presente.
Hasta donde Dios es su autor, el juicio es tan constante y perpetuo como su acción en la vida humana. Posponer el juicio para una futura hora pública es mal entender la justicia como si pudiera estar dormida o suspendida, completamente atada con las condiciones externas. Por el contrario, la esfera de justicia debe buscarse no primeramente afuera, sino dentro.
Los dispensacionalistas creen de todo corazón en el juicio futuro, pero hablan de juicios en plural. Según ellos habrá un juicio en la parusía, otro en la revelación de Cristo y todavía otro en el fin del mundo.
LA NATURALEZA DEL JUICIO FINAL
El juicio final del que nos habla la Biblia no puede ser considerado como un proceso espiritual, invisible e interminable, como si fuera idéntico con la providencia de Dios en la historia. Esto no equivale a negar el hecho de que hay un juicio provincial de Dios en las vicisitudes en los individuos y en las naciones, aunque no siempre se reconozca así.
La Biblia nos enseña con claridad que Dios, hasta el presente, visita el mal con castigo, y recompensa el bien con bendiciones, y estos castigos y recompensas son positivos en algunos casos; pero en otros ejemplos aparecen como el resultado natural y providencial del mal cometido o del bien hecho, Deut. 9:5; Sal. 9:16; 37: 28; 59: 13; Prov. 11:5; 14: 11; Isa. 32:16, 17; Lam. 5:7.
La conciencia humana de testimonio también de este hecho. Pero también está manifiesto en la Escritura que los juicios de Dios en la vida presente no son los finales. El mal algunas veces continúa sin el debido castigo, y el bien no siempre es recompensado con las bendiciones prometidas en esta vida. El malvado de los días de guardemos su ley, y que andemos afligidos en presencia de Jehová de los ejércitos? Decimos, pues, ahora: Bienaventurados son los soberbios, y los que hacen impiedad no sólo son amigos estuvieron luchando con el problema del sufrimiento de los justos, y así también estuvo Asaf en el Sal. 73.
La Biblia nos enseña a mirar hacia el juicio final considerándolo como la respuesta definitiva de Dios a todos estos problemas, como la solución de semejantes problemas, y como la remoción de todas las discrepancias aparentes del presente, Mat. 25:31-46; Juan 5:27-29; Hech. 25:24; Rom. 2:5-11; Heb. 9:27; 10:27; II Pedo 3:7; Apoc. 20:11-15. Estos pasajes no se refieren a un proceso, sino a un evento muy definido que tendrá lugar en el fin del tiempo. Se explica como acompañado por otros eventos históricos, tales como la venida de Jesucristo, la resurrección de los muertos, y la renovación de los cielos y de la tierra.

CONCEPTOS ERRÓNEOS RESPECTO DEL JUICIO

EL JUICIO SERA PURAMENTE METAFÓRICO
Según Schleiermacher y muchos otros eruditos alemanes las descripciones bíblicas del juicio final deben entenderse como indicaciones simbólicas del hecho de que el mundo y la iglesia quedarán finalmente separados. Esta explicación sirve para evaporar toda la idea de un juicio forense para! la determinación pública del estado final del hombre. Es una explicación que seguramente no hace justicia a las fuertes afirmaciones de la Escritura respecto del juicio futuro considerado como una declaración formal, pública y final.
EL JUICIO SERA EXCLUSIVAMENTE INMANENTE
El dicho de Schelling de que "la historia del mundo es el juicio del mundo" contiene sin duda un elemento de verdad. Según lo indicamos en lo que precede, hay manifestaciones de la justicia retributiva de Dios en la historia de las naciones y de los individuos.
Las recompensas o los castigos pueden ser de carácter positivo, o pueden ser el resultado natural del bien o del mal hecho. Pero cuando muchos eruditos amplituditas pretenden que el juicio divino es por completo inmanente y está determinado del todo por el orden moral del mundo, ciertamente dejan de hacer justicia a las explicaciones de la Escritura.
Su hace de Dios como ocioso, que únicamente busca y aprueba la distribución de las recompensas y de los castigos. Destruye por completo la idea del juicio como un evento externo y visible, que ocurrirá el un tiempo definido del futuro.
Además, no puede satisfacer los anhelos del corazón humano por la justicia perfecta. Los juicios históricos son siempre parciales nada más, y algunas veces deja la impresión sobre los hombres de ser una parodia de la justicia. Siempre ha habido ocasión y todavía la hay para la perplejidad de Job y de Asaf.
EL JUICIO NO SERA UN SOLO EVENTO
Los actuales premilenaristas hablan de tres futuros y diferentes juicios. Distinguen:
1. Un juicio de los santos resucitados y de los vivientes en la parusía o la segunda venida del Señor, los cuales seguirán para vindicar públicamente a los santos, recompensando a cada uno según sus obras y señalándoles sus respectivos lugares el) el futuro reino Millennial.
2. Un Juicio en la revelación de Cristo (el día del Señor) inmediatamente después de la gran tribulación, en la cual, según el concepto dominante, las naciones gentiles serán juzgadas como naciones} de acuerdo con la actitud que hayan asumido para con el resto evangelizante de Israel (los hermanos pequeñitos del Señor). La entrada de estas naciones en el reino depende de los resultados del juicio. Este es el juicio que se menciona en Mat. 25:31-46. Está separado del primer juicio por un período de siete años.
3. Un juicio de los muertos impíos delante del gran trono blanco, descrito en Apoc. 20:11-15. Los muertos son juzgados de acuerdo con sus obras, y esto determina el grado de castigo que recibirán. Este juicio será mil años después del anterior. Debe notar se, sin embargo, que la Biblia siempre habla del juicio venidero como de un solo evento. Nos enseña a mirar hacia adelante, no a los días del juicio, sino al día.
Los premilenaristas sienten la fuerza de este argumento, porque replican que debe ser un día de mil años. Además, hay pasajes de la Biblia de los que se deduce con abundancia evidente que los justos y los malvados aparecerán en juicio juntos para una separación final, Mat. 7:22, 23; 25:31-46; Rom. 2:5-7; Apoc. 11:18; 20: 11-15. Además, debería notarse que el juicio de los impíos está representado como un concomitante de la paurosia y también de la revelación, II Tes. 1:7-10; II Ped. 3:4-7.
Y por último, debería recordarse que Dios no juzga a las naciones como naciones cuando de consecuencias eternas se trata, sino sólo a los individuos; y que una separación final de los justos y de los impíos no puede ser posible sino hasta el fin del mundo. Es difícil ver como cualquiera podría dar una interpretación consistente y tolerable a Mat. 25:31-46, excepto sobre el supuesto de que el juicio a que se refiere es el universal que abarca a todos los hombres, y que estos son juzgados, no como naciones, sino como individuos. Hasta Meyer y Alford que se cuentan como premilenialistas consideran que esta es la única exposición sostenible.
SE CONSIDERA QUE EL JUICIO FINAL ES INNECESARIO
Algunos consideran que el juicio final es del todo innecesario, porque el destino de cada hombre está determinado al tiempo de su muerte. Si un hombre duerme en Jesús ya está salvo; y si muere en sus pecados ya está perdido. Puesto que el asunto ya está definido, no se necesita ninguna inquisición judicial posterior, y por lo tanto, el juicio final resulta del todo superfluo. Pero la certidumbre del juicio futuro no depende del concepto de su necesidad.
Dios nos enseña con claridad en su Palabra que habrá un juicio final, y esto define el problema para todos los que reconocen a la Biblia como la regla definitiva de la fe. Además, resulta enteramente errónea! la hipótesis sobre la que se desarrolla este argumento, es decir, que el juicio final servirá para definir lo que ha de ser el estado futuro del hombre.
Servirá más bien para descorrer delante de todas las criaturas racionales la gloria declarativa! de Dios en un acto formal forense, que magnifique por una parte la santidad y justicia de Dios, y por la otra, su gracia y misericordia. Además, deberá recordarse que el juicio del último día diferirá, en más de un respecto, del que hay cuando llega la muerte de cada individuo. No será secreto, sino público; no corresponderá al alma nada más, sino también al cuerpo; no tendrá referencia a un solo individuo, sino a todos los hombres.
EL JUEZ Y LOS QUE A EL ASISTIRÁN
Como es natural, el juicio final, como todas las opera ad extra de Dios, es la obra del Dios trinó, pero la Biblia lo atribuye en particular a Cristo. Cristo en su capacidad medianera serán el Juez futuro, Mat. 25:31, 32; Juan 5:27; Hech. 10:42; 17:31; Fil. 2:10; II Tim. 4:1.
Pasajes como Mat. 28:18; Juan 5:27; Fil. 2:9, 10, dejan abundante evidencia de que el honor de juzgar a los vivos y a los muertos fue conferido a Cristo como Mediado en recompensa de su obra expiatoria y como parte de su exaltación. Esto puede considerarse como uno de los honores supremos de su realeza. En su capacidad como Juez, también, Cristo está salvando a su pueblo hasta lo último: Completa la redención de ellos; los justifica públicamente, y quita de ellos las consecuencias últimas del pecado.
De pasajes como Mat. 13:41, 42; 24:31; 25:31, puede inferirse que los ángeles lo ayudarán en este grande trabajo. Evidentemente, los santos en algún sentido se sentarán y juzgarán juntamente con Cristo, Sal. 149:5-9; 1 Cor. 6:2, 3; Apoc. 20:4. Es difícil decir con precisión lo que esto envuelve. Ha sido interpretado en el sentido de que los santos condenarán al mundo por medio de su fe, de la misma manera que los ninivita condenarán a las ciudades incrédulas de los días de Jesús; o que únicamente concurrirán con Cristo al juicio.
Pero el argumento de Pablo en I Cor. 6:2, 3 parece requerir algo más que esto, porque ninguna de las dos interpretaciones sugeridas probaría que los Corintios eran capaces de juzgar los asuntos que surgían en la iglesia. Aunque no puede esperarse de los santos que conozcan a todos los que aparecerán en juicio, ni tampoco sepan aplicar los castigos, sin embargo tendrán alguna participación activa en el juicio que hará Cristo, aunque es imposible decir con precisión cual será esa parte.
LAS PARTES QUE SERÁN JUZGADAS
La Escritura contiene indicaciones claras de que al menos habrá dos partes que serán juzgadas. Es evidente que los ángeles caídos aparecerán delante del tribunal de Dios, Mat. 8: 29; 1 Coro 6: 3; II Pedo 2: 4; Judas 6. Satanás y sus demonios encontrarán su condenación final en el día del juicio. También es perfectamente claro que cada individuo de la raza humana tendrá que aparecer delante del trono del juicio, Ecl. 12:14; Sal. 50:4-6; Mat. 12:36, 37; 25: 32; Rom. 14:10; II Cor. 5:10; Apoc. 20:12.
Estos pasajes ciertamente no dejan lugar para el concepto de los pelagianos ni de los que van en pos de ellos, de que el juicio final estará limitado a aquellos que han gozado de los privilegios del evangelio. Ni favorecen tampoco la idea de aquellos sectarios que sostienen que los justos no serán mi Palabra y cree al que me ha enviado, tiene vida eterna y no vendrá a juicio sino que ha no viene a juicio condenatorio.
No obstante, a veces se objeta que los pecados de los creyentes, que ya están perdonados, ciertamente no se harán públicos en ese tiempo; pero la Escritura nos conduce a esperar que sí serán publicados,' aunque, de consiguiente, serán revelados como pecados perdonados. Los hombres serán juzgados por toda palabra ociosa, Mat. 12:36, y por toda cosa secreta, Rom. 2:16; 1 Cor. 4: 5, y no hay indicación alguna de que esto se limite a los impíos.
Además se ve con perfecta evidencia en pasajes como Mat. 13:30, 40-43, 49; 25: 14-23, 34-40, 46, que los justos aparecerán delante del trono de juicio de Cristo. Es más difícil determinar, si los ángeles buenos estarán sujetos al juicio final en algún sentido de la palabra. El Dr. Bavinck se inclina a inferir de 1 Cor. 6:3 que sí lo serán; pero este pasaje no prueba el punto. Lo haría si la palabra aggelous estuviera precedida por Y esto, tanto más cuanto que los ángeles se representan con claridad nada más como ministros de Cristo en relación con la jornada del juicio, Mat. 13:30, 41; 25:31; II Tes. 1:7,8.

EL TIEMPO DEL JUICIO

Aunque el tiempo del juicio futuro no puede determinarse en absoluto, puede fijarse relativamente, es decir, en relación con otros eventos escatológicos. Será con toda claridad al final del mundo actual, porque se pasará juicio sobre la vida completa de cada individuo, Mat. 13:40-43; II Ped. 3:7. Además, será uno de los concomitantes de la venida (parusía) de Jesucristo, Mat. 25:19-46; II Tes. 1:7-10; II Ped. 3:9, 10, Y seguirá inmediatamente después de la resurrección de los muertos, Dan. 12:2; Juan 5:28, 29; Apoc. 20:12, 13.
El problema de si precederá inmediatamente, o coincidirá con, o seguirá inmediatamente a los cielos y a la tierra nueva no puede situarse conclusivamente sobre base escritural, Apoc. 20:11 parecería indicar que la transformación del universo tendrá lugar cuando el juicio comience; II Ped 3:7, que los dos sincronizarán; y Apoc. 21:1 que la renovación de los cielos y de la tierra seguirá al juicio. Podemos hablar de ellos nada más en un sentido general como concomitantes. Es igualmente imposible determinar la duración exacta! Del inferir de estos pasajes, y otros similares, que se trata de un día de 24 horas exactas, puesto en la Biblia en más de un sentido indefinido.
Sin embargo, por otra parte, la interpretación de algunos de los premilenaristas, de que se trata de una designación de todo un período milenario completo, no puede considerarse como plausible. Cuando la palabra día se usa para denotar un período, se trata de uno, que, como un todo, queda definido mediante algunas características especiales, generalmente caracterizado completamente por la tribulación, y "el día de salvación" es el período que se distingue por completo, debido a la sobresaliente oferta del favor o la gracia de Dios.
Y ciertamente no puede decirse que el período milenario de los premilenaristas, aunque comience y termine con juicio, sea por completo un período de juicio. Es más bien un período de gozo, de justicia' y de paz. La característica sobresaliente de él no es, ciertamente, el juicio.
LA MEDIDA DEL JUICIO
Evidentemente la medida mediante la cual los santos y los pecadores serán juzgados, será la voluntad revelada de Dios. Esta, no será la misma para todos. Algunos han sido más privilegiados que otros, y esto, naturalmente, aumenta su responsabilidad, Mat. 11:21-24; Rom. 2:12-16. Esto no quiere decir que habrá condiciones diferentes de salvación para clases diferentes de pueblo.
Para todos aquellos que aparezcan en juicio la entrada al cielo o la exclusión de él dependerán de que estén vestidos con la justicia de Jesucristo. Pero habrá diferentes grados de bendición en el cielo, como de castigo en el infierno. Y estos grados serán determinados por lo que se hizo en la carne, Mat. 11:22, 24; Luc. 12:47, 48; 20: 47; Dan. 12:3; II Cor 9:6.
Los gentiles serán juzgados por la ley de la naturaleza, inscrita en sus corazones; los israelitas de la antigua dispensación, por la revelación del Antiguo Testamento, y nada más por ella; y aquellos que han disfrutado de la luz del Evangelio además de la luz de la naturaleza y la revelación del Antiguo Testamento, serán juzgados de acuerdo con la mayor luz que recibieron. Dios dará a cada hombre su merecido.

LAS DIFERENTES PARTES DEL JUICIO

Debemos distinguir aquí:
1. LA COGNITIO CAUSAE:
Dios tomará conocimiento del estado de los sucesos de toda la vida pasada del hombre, incluyendo hasta los pensamientos y las intenciones secretas del corazón. Esto está explicado simbólicamente en la Biblia como la apertura de los libros, Dan. 7:10; Apoc. 20: 2. Los píos de los días de Malaquías hablaron de un Libro de Memorias escrito delante de Dios, Mal. 3:16. Se trata de una descripción figurada que se añade para completar la idea del juicio.
Generalmente, un juez tiene el libro de la: ley y el informe de aquellos que se presentan delante de él. Con toda probabilidad, la figura en este caso se refiere simplemente a la omnisciencia de Dios.
Algunos hablan del Libro de la Palabra de Dios como del libro del estatuto, y del libro de memorias como del libro de la predestinación; el informe privado de Dios. Pero es muy dudoso que podamos particularizar de esa manera.
2. LA SENTENTIAE PROMULGATIO:
Habrá una promulgación de la sentencia. El día: del juicio es el día de la ira, y de la revelación del justo juicio de Dios, Rom. 2:5. Todo tiene que ser revelado delante del tribunal del juez supremo, II Cor. 5:10.
El sentido de justicia lo demanda. La sentencia pronunciada sobre cada persona no será secreta, no será conocida por esa persona nada más, sino será públicamente proclamada, de manera que, a lo menos, aquellos a quienes les interesa lo sepan. De esta manera la justicia y la gracia de Dios brillarán en todo su esplendor.
3. LA SENTENTIAE EXECUTIO:
La sentencia de los justos traerá bendiciones eternas, y la de los malvados miseria eterna. El juez dividirá a la humanidad en dos partes, tal como el pastor separa las ovejas de las cabras, Mat. 25:32 y siguientes.
En vista de lo que se dirá acerca del estado final, en el capítulo siguiente, nada tenemos ya que añadir aquí.

EL ESTADO FINAL

El juicio final determina, y por lo tanto, conduce naturalmente, al estado final de aquellos que aparecen delante del trono del juicio. Su estado final le será de miseria eterna o de bienaventuranza eterna.

EL ESTADO FINAL DE LOS MALVADOS.

Hay especialmente tres puntos que merecen consideración aquí.
EL LUGAR AL QUE SERÁN CONSIGNADOS LOS MALVADOS
Evidentemente, hay en la teología actual una tendencia, entre algunos círculos, a desterrar la idea del castigo eterno. Los aniquilacionistas, que todavía están representados en sectas como la de los adventistas y los del amanecer milenario, y los abogados de la inmortalidad condicional, niegan la existencia continuada de los impíos, y por lo tanto consideran innecesario un lugar para el castigo eterno.
En la teología amplitudista moderna la palabra puramente subjetiva, en lo que los hombres pueden encontrarse aun cuando todavía estén sobre la tierra, y que se hará permanente en el futuro. Pero estas interpretación es, en verdad, no hacen justicia el los datos de la Biblia. No hay lugar para la duda razonable respecto al hecho de que la Biblia enseña la existencia continuada de los impíos, Mal. 24:5; 25:30, 46; Luc. 16:19-31.
Además, ciertamente, usa siempre términos locales. Llama al lugar del tormento gehenna, un nombre derivado del hebreo ge (tierra, o valle) y hinnom o beney hinnom, es decir, Hinnom o hijos de Hinnom. Este nombre fue aplicado originalmente a un valle situado al suroeste de Jerusalén. Era el lugar a donde los impíos idólatras sacrificaban sus hijos a Moloc haciéndolos pasar por fuego.
De aquí que fue considerado inmundo y en días posteriores se tophet (escupitajo), como una región abiertamente despreciable. Los fuegos estaban ardiendo constantemente allí para consumir los desperdicios de Jerusalén.
Como resultado se convirtió en símbolo del lugar del castigo eterno. Mal. 18:9 habla de ten geennan tou puros, el lugar del fuego, y esta fuerte expresión se usaba como sinónimo con to pour to aionion, el fuego eterno, del versículo anterior.
Apoc. 20:14, 15, los cual usan también. Del hecho de que los términos precedentes son todas designaciones locales, podemos inferir que el infierno es un lugar. Además, las expresiones locales se usan, generalmente, en relación con él. La Biblia habla de aquellos que serán excluidos del cielo, la descripción en Lucas 16:19-31 es del todo local.
EL ESTADO EN EL QUE CONTINUARAN SU EXISTENCIA
Es imposible determinar, con toda precisión, lo que constituirá el castigo venidero de los impíos, y conviene que hablemos con cautela acerca del asunto.
1. Positivamente, puede decirse que consistirá en una ausencia total del favor de Dios
2. Una interminable inquietud de vida como resultando del completo dominio del pecado.
3. Penas y sufrimientos verdaderos en cuerpo y alma;
4. Castigos subjetivos como tormentos de conciencia, angustia, desesperación, lloro y crujir de dientes, Mat. 8:12, 13:50; Marc. 9:43, 44, 47, 48; Luc. 16:23, 28; Apoc. 14:10; 21: 8.
Evidentemente habrá grados para el castigo de los impíos. Esto se deduce de pasajes como Mat. 11:22, 24; Luc. 12:47, 48; 20:17.
Su castigo será conmensurable con sus pecados en contra de la luz que recibieron. Pero habrá, a pesar de todo, castigo eterno para todos ellos. Esto está afirmado con claridad en la Biblia, Mat. 18:8; II Tes. 1:9; Apoc. 14:11; 20:10. Algunos niegan que haya un fuego literal, debido a que esto no pudiera afectar a espíritus como a Satanás y a sus demonios. ¿Pero cómo podemos saber esto?
Nuestros cuerpos ciertamente operan sobre nuestras almas en una forma bastante misteriosa. Habrá algún castigo positivo correspondiente a nuestros cuerpos. Sin duda es verdad, a pesar de todo, que una gran parte del lenguaje concerniente al cielo y al infierno debe entenderse en forma figurada.
LA DURACIÓN DE SU CASTIGO
El problema de la eternidad del castigo futuro merece, sin embargo, consideración más especial, debido a que, frecuentemente, se le niega. Se dice que las palabras usadas en la período de tiempo. Pues bien, no puede dudarse que así se usan en algunos pasajes, pero esto no prueba que siempre tengan un significado limitado.
No es el sentido literal de estos vocablos. En donde quiera! que se usen de esa manera, se usan figuradamente, y en tales casos su uso figurado se deduce, generalmente, de su conexión. Además, hay razones positivas para pensar que estas palabras no tienen el significado limitado en los pasajes a que nos estamos refiriendo.
1. En Mat. 25:46 la misma palabra describe la duración de ambos, la bendición de los santos y el castigo de los impíos. Si la última no es, hablando con propiedad, interminable, tampoco puede serlo la primera:; y sin embargo muchos de los que dudan del castigo eterno, no dudan de la bienaventuranza eterna.
2. Se usan otras expresiones que no pueden dejarse de lado por la consideración Marc. 9: 48. Además, el golfo que separará a los santos y a los pecadores en el futuro se dice que es fijo e impasible, Luc. 16: 26.

EL ESTADO FINAL DE LOS JUSTOS

LA NUEVA CREACIÓN
El estado final de los creyentes será precedido por el paso del mundo actual y la aparición la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles creación nueva en una visión, Apoc. 21:1. Sólo después de que la nueva creación haya sido establecida, será que la nueva Jerusalén descenderá del cielo de Dios, que el tabernáculo de Dios acampará entre los hombres, y que los justos entrarán a su gozo eterno.
Se presenta con frecuencia el problema, de si esto será del todo una nueva creación, o una renovación de la presente. Los teólogos luteranos están fuerte mente inclinados a favorecer la primera posición con apelación a II Ped. 3:7-13; Apoc. 20:11; y 21:1; en tanto que los teólogos Reformados prefieren la última: idea, y encuentran apoyo para ella en Sal. 102: 26, 27 Heb. 1: 10-12; y Heb. 12:26-28.
LA MORADA ETERNA DE LOS JUSTOS
Muchos conciben también al cielo como una condición subjetiva, la cual los hombres gozan en el presente, y que, en el camino de la justicia, naturalmente, se convertirán en permanente en el futuro. Pero aquí, también, debe decirse que la Escritura presenta con claridad al cielo como un lugar. Cristo ascendió al cielo, lo que sólo puede significar que fue de un lugar para otro. Se le escribe como la casa de nuestro Padre con muchas mansiones, Juan 14: 1, y esa descripción difícilmente se acomodaría con una mera: condición.
Además, se dice que los creyentes están dentro, en tanto que los incrédulos están fuera, Mat. 22:12, 13; 25:10-12. La Escritura nos da la razón para creer que los justos no solamente heredarán el cielo, sino toda la nueva creación, Mat. 5:5; Apoc. 21:1-3.
LA NATURALEZA DE SU RECOMPENSA
La recompensa de los justos se describe como vida eterna, es decir, no nada más una vida sin fin, sino vida en toda su plenitud, sin ninguna de las imperfecciones y perturbaciones de la presente, Mat. 25:46; Rom. 2:7. La plenitud de esta vida se goza en comunión con Dios, lo que es realmente la esencia de la vida eterna, Apoc. 21:3. Verán a Dios en Jesucristo cara a cara, encontrarán plena satisfacción en El, se regocijarán en El, y lo glorificarán. A pesar de todo, no debiéramos pensar en los goces del cielo como exclusivamente espirituales.
Habrá algo que corresponda al cuerpo. En un plano muy elevado habrá intercambio y reconocimiento social. También es evidente, según la Escritura, que habrá grados de bendición en el cielo, Dan. 12:3; II Cor. 9:6. Nuestras buenas obras serán la medida de nuestra recompensa de gracia, aunque no la merezcan. Sin embargo, y a pesar de todo esto, el gozo de cada individuo será perfecto y pleno.

LA CREACIÓN FISICA SERÁ RENOVADA Y SEGUIREMOS EXISTIENDO Y ACTUANDO EN ELLA.

Además de un cielo renovado, Dios hará una «nueva tierra» (2ª P 3: 13; Ap 21: 1). Varios pasajes indican que la creación física será renovada de una forma significativa. «La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así los dispuso.
Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios» (Ro 8: 19-21).
Pero ¿será la tierra solo renovada, o será completamente destruida y reemplazada por otra tierra nueva creada por Dios? Algunos pasajes parecen hablar de una creación enteramente nueva: El autor de Hebreos (citando el Salmo 102) nos dice de los cielos y la tierra: «Ellos perecerán, pero tú permaneces para siempre. Todos ellos se desgastarán como un vestido. Los doblarás como un manto, y los cambiarán como ropa que se muda» (Heb 1: 11-12). Después nos dice que Dios ha prometido:
«Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo», una sacudida tan severa como para implicar «la remoción de las cosas visibles para que no puedan ser removidas» (Heb 12: 26-27). Pedro dice: «Pero el día del Señor vendrá como un ladrón. En aquel día los cielos desaparecerán con un estruendo espantoso, los elementos serán destruidos por el fuego, y la tierra, con todo lo que hay en ella, será quemada» (2 P 3: 10).
Una descripción similar se encuentra en Apocalipsis, donde Juan dice: «y vi un gran trono blanco... de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos» (Ap 20: 11). Por otro lado, Juan dice: «Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir, lo mismo que el mar» (Ap 21: 1).
Dentro del mundo protestante, ha habido desacuerdo sobre si la tierra será destruida completamente y reemplazada, o solo cambiada y renovada. Berkhof dice que eruditos luteranos han hecho énfasis sobre el hecho que será una creación enteramente nueva, mientras eruditos reformados han tendido a enfatizar aquellos versículos que dicen simplemente que la presente creación será renovada.
La posición reformada parece preferible aquí, pues es dificil pensar que Dios aniquilaría completamente su creación original, dándole así aparentemente al diablo la última palabra y convirtiendo en chatarra la creación que originalmente era (muy buena) (Gen 1: 31).
Los pasajes anteriores que hablan de sacudir y remover la tierra y la primera tierra que deja de existir puede que se refiera a su existencia en la forma presente, no propiamente a su existencia en sí misma, y aun 2ª P 3: 10, que habla de los elementos que se disuelven y de la tierra y lo que hay en ella que se quema, puede que no se refiera a la tierra como un planeta sino más bien a las cosas de la superficie de la tierra, ( esto es, a gran parte del terreno y las cosas sobre el terreno).
 NUESTROS CUERPOS RESUCITADOS SERAN PARTE DE LA CREACIÓN RENOVADA.
En los nuevos cielos y la nueva tierra habrá actividades y un lugar para nuestros cuerpos resucitados, que nunca envejecerán ni se debilitarán o enfermaran. Una solida consideración a favor de este punto de vista es el hecho que Dios hizo (muy bueno) (Gen 1: 31) la creación física original. Por consiguiente no hay nada intrínsecamente pecador o malo o (no espiritual) en el mundo físico que hizo Dios o en las criaturas que puso en él, o en los cuerpos físicos que nos dio en la creación.
Aunque el pecado ha desfigurado y distorsionado todas estas cosas, Dios no destruirá completamente el mundo físico (lo que sería un reconocimiento de que el pecado ha frustrado y derrotado los propósitos de Dios), sino más perfeccionara el mundo entero y lo pondrá en armonía con los propósitos para los cuales originalmente lo creó.
Por lo tanto podemos esperar que allí, en los nuevos cielos y la nueva tierra exista un mundo completamente perfecto, que sea otra vez (muy bueno). Y podemos esperar que tengamos cuerpos físicos que de nuevo serán (muy buenos) a la vista de Dios, y que funcionaran para que se cumplan los propósitos para los cuales El coloco al hombre sobre la tierra.
Cuando el autor de hebreos dice que (todavía) no vemos que todo este sujeto al hombre (Heb 2: 8), implica que todas las cosas estarán un día sujetas a nosotros bajo el reinado del hombre Cristo Jesús (note v 9) (Sin embargo, vemos a Jesús coronado de gloria y honra). Esto implicará le plan original de Dios de que todo en el mundo este sujeto a los seres humanos que Él ha hecho. En este sentido, entonces, nosotros (heredaremos la tierra) (Mt 5: 5) y reinaremos sobre ella como Dios originalmente quiso.
Por esa razón, no debe asaltarnos la sorpresa al encontrar que algunas de las descripciones de la vida en el cielo incluyan aspectos que son parte en gran medida de la creación física o material que Dios ha hecho. Comeremos y beberemos en la (cena de las bodas del cordero) (Ap 22: 1). El árbol de la vida producirá (doce cosechas al año).
No hay un motivo solido para decir que estas expresiones son los banquetes meramente simbólicas, sin ninguna referencia literal, ¿Son los banquetes simbólicos y los vinos simbólicos y los arboles simbólicos de algún modo superiores a los banquetes reales y al vino real y a los ríos reales y a los arboles reales del plan eterno d Dios? Estas cosas son solo algunos de los aspectos excelentes de la perfección y última bondad de la creación física que Dios ha hecho.
Por supuesto, hay descripciones simbólicas en el libro de Apocalipsis, y es inevitable que en algunos puntos no Seamos capaces de decidir si algo debe ser tomado simbólicamente o literalmente. Pero no parece dificil pensar que la descripción de la ciudad celestial con puertas y muros y cimientos es una descripción de algo que es literal y real, «la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, procedente de Dios. Resplandecía con la gloria de Dios, y su brillo era como el de una piedra preciosa» (Ap 21: 10-11).
«La calle principal de la ciudad era de oro puro, como cristal transparente los reyes de la tierra le entregarán sus espléndidas riquezas. Sus puertas estarán abiertas todo el día, pues allí no habrá noche. Y llevarán a ella todas las riquezas y el honor de las naciones» (Ap 21: 21-26).
Mientras que posiblemente alberguemos cierta incertidumbre sobre la comprensión de ciertos detalles, no parece inconsistente con esta descripción decir que comeremos y beberemos en los nuevos cielos y la nueva tierra, y que llevaremos a cabo también otras actividades. La música es ciertamente algo que resalta en las descripciones del cielo en Apocalipsis, y podemos imaginar que se realizarán actividades tanto musicales como artísticas para la gloria de Dios.
Quizás la gente trabajará en toda una variedad de investigaciones y desarrollo de la creación por medios tecnológicos, de invención y creativos, mostrando así toda la dimensión de su excelente creación a la imagen de Dios.
Por otro lado, como Dios es infinito y su «grandeza es insondable (Sal 145: 3), y como somos criaturas finitas que nunca igualaremos el conocimiento de Dios o seremos omniscientes,' podemos esperar que por toda la eternidad podremos seguir aprendiendo más sobre Dios y sobre su relación con la creación. De esta manera continuaremos el proceso de aprendizaje que se inició en esta vida, en la que vivir «de manera digna del Señor» conlleva «crecer en el conocimiento de Dios» continuamente (Col 1: 10).
LA NUEVA CREACIÓN NO SERÁ (ATEMPORAL» SINO INCLUIRÁ UNA SUCESIÓN INFINITA DE MOMENTOS.
Aunque un popular himno habla del momento «cuando suene la trompeta del Señor y se termine el tiempo», la Escritura no sostiene esa idea. Ciertamente, en la ciudad celestial que recibe su luz de la gloria de Dios (Ap 21:23) nunca habrá oscuridad ni noche: «Pues allí no habrá noche» (Ap 21:25). Pero esto no significa que el cielo será un lugar donde se desconozca el tiempo, o donde no se pueda hacer una cosa después de otra.
De hecho, todas las descripciones del culto celestial en el libro de Apocalipsis incluyen palabras que se pronuncian una tras otra en oraciones coherentes, y acciones (tales como caer delante del trono de Dios y lanzar coronas ante su trono) que implican una secuencia de eventos.
Cuando leemos que «los reyes de la tierra llevarán a ella todas las riquezas y el honor de las naciones» (Ap 21:24-26), vemos otra actividad que implica una secuencia de eventos, uno que ocurre tras el atto. Y ciertamente tiene claras implicaciones el hecho que el árbol de la vida produzca doce cosechas al año, «una por mes» (Ap 22: 2). (Sobre Ap 10: 6 vea el capítulo 11)
Como somos criaturas finitas, también podemos esperar que siempre vivamos en una sucesión de momentos. Justo como nunca alcanzamos la omnisciencia u omnipresencia de Dios, nunca alcanzaremos la eternidad de Dios en el sentido de ver todo el tiempo con la misma lucidez y no vivir en una sucesión de momentos o estar limitados por el tiempo. Como criaturas finitas, más bien viviremos en una sucesión de momentos que nunca tendrá fin.

LA DOCTRINA DE LA NUEVA CREACIÓN PROVEE UNA GRAN MOTIVACIÓN PARA ACUMULAR TESOROS EN EL CIELO EN LUGAR DE EN LA TIERRA

Cuando consideramos el hecho de que esta creación presente es temporal y que nuestra vida en la nueva creación durará una eternidad, tenemos una fuerte motivación para una vida piadosa y para vivir de tal manera que acumulemos tesoros en el cielo. Al reflexionar sobre el hecho de que el cielo y la tierra serán destruidos, Pedro dice lo siguiente:
Ya Que Todo Será Destruido De Esa Manera, ¿No Deberían Vivir Ustedes Como Dios Manda, Siguiendo Una Conducta Intachable Y Esperando Ansiosamente La Venida Del Día De Dios? Ese Día Los Cielos Serán Destruidos Por El Fuego, Y Los Elementos Se Derretirán Con El Calor De Las Llamas. Pero, Según Su Promesa, Esperamos Un Cielo Nuevo Y Una Tierra Nueva, En La Que Habite La Justicia. (2ª P 3: 11-13)
Y Jesús nos dice de manera bien explícita:
No Acumulen Para Sí Tesoros En La Tierra, Donde La Polilla Y El Óxido Destruyen, Y Donde Los Ladrones Se Meten A Robar. Más Bien, Acumulen Para Sí Tesoros En El Cielo, Donde Ni La Polilla Ni El Óxido Carcomen, Ni Los Ladrones Se Meten A Robar. Porque Donde Esté Tu Tesoro, Allí Estará También Tu Corazón. (Mt 6: 19-21)'

C. LA NUEVA CREACIÓN SERÁ UN SITIO DE GRAN BELLEZA Y ABUNDANCIA Y GOZO EN LA PRESENCIA DE DIOS

En medio de todas las preguntas que naturalmente tenemos en relación con los nuevos cielos y la nueva tierra, no podemos perder de vista el hecho que la Escritura consistentemente describe esta nueva creación como un sitio de gran belleza y gozo.
En la descripción del cielo de Apocalipsis 21 y 22, este tema se confirma una y otra vez. Se trata de una «ciudad santa» (21: 2), un lugar preparado «como una novia hermosamente vestida para su prometido» (21: 2). En ese lugar «no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor» (21: 4). Allí podemos «beber gratuitamente de la fuente del agua de la vida» (21: 6). Es una ciudad que «resplandecía con la gloria de Dios, y su brillo era como el de una piedra preciosa, semejante a una piedra de jaspe transparente» (21: 11).
Es una ciudad de dimensiones enormes, ya sea que las medidas se entiendan como literales o simbólicas. «Tenía dos mil doscientos kilómetros» y su «anchura y su altura eran iguales» (21: 16). Partes de la ciudad están construidas de inmensas piedras preciosas de varios colores (21:18-21).
Estará libre de todo mal, pues «nunca entrará en ella nada impuro, ni los idólatras ni los farsantes, sino sólo aquellos que tienen su nombre escrito en el libro de la vida» (21: 27). En esa ciudad también detentaremos posiciones para gobernar sobre la entera creación de Dios, pues [los siervos de Dios] «reinarán por los siglos de los siglos.
Paro mucho más importante que la belleza física de la ciudad celestial, más importante que el compañerismo que gozaremos eternamente junto a todo el pueblo de Dios de todas las naciones y todos los períodos de la historia, más importantes que estar libres del dolor y la pena y el sufrimiento físico, y más importante que gobernar el reino de Dios-mucho más importante que todas estas cosas será el hecho de que estaremos en la presencia de Dios y gozaremos de un compañerismo ilimitado con él.
«¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios. Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él les enjugará toda lágrima de los ojos» (21: 3-4).
En el Antiguo Testamento, cuando la gloria de Dios llenaba el templo, los sacerdotes no podían «estar allí para ministrar» (2ª Cr 5: 14). En el Nuevo Testamento, cuando la gloria de Dios rodeó a los pastores en el campo fuera de Belén «la gloria del Señor los envolvió en su luz, y se llenaron de temor» (Lc 2: 9).
Pero en la ciudad celestial seremos capaces de sobrellevar el poder y la santidad de la presencia de la gloria de Dios. «La ciudad no necesita ni sol ni luna que la alumbren, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera» (21: 23). Esto será la realización del propósito de Dios «que nos llamó por su propia gloria y potencia» (2ª P 1: 30: entonces habitaremos constantemente «con gran alegría ante su gloriosa presencia» Judas 1: 2 4; Ro 3: 23; 8: 18; 9: 23; 1ª Co 15: 43; 2ª Co 3: 18; 4: 17; Col 3:4: 1ª Ts 2: 12; Heb 2: 10; 1ª P 5: 1, 4,10).
En esa ciudad viviremos en la presencia de Dios, pues «el trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad. Sus siervos lo adorarán» (22:3). De vez en cuando experimentamos aquí en la tierra el gozo de la genuina adoración de Dios, y comprendemos que nuestro máximo gozo es darle gloria a él. Pero en esa ciudad este gozo se multiplicará muchas veces y conoceremos la consumación de aquello para lo que nos crearon.
Nuestro mayor gozo será ver al propio Señor y estar con él para siempre. Cuando Juan habla de las bendiciones de la ciudad celestial, la culminación de esas bendiciones llega en la breve declaración: «Lo verán cara a cara» (22: 4). Cuando miremos el rostro de nuestro Señor y él nos devuelva la mirada con infinito amor, veremos en él la consumación de todo lo que sabemos bueno y justo y deseable en el universo.
En el rostro de Dios veremos la consumación de todos los anhelos que alguna vez hemos sentido de conocer el amor, la paz, y el gozo perfectos, y de conocer la verdad y la justicia, la santidad y sabiduría, la bondad y el poder, la gloria y la belleza. Cuando contemplemos el rostro de nuestro Señor, conoceremos más plenamente que nunca antes que «me llenarás de alegría en tu presencia)' de dicha eterna a tu derecha» (Sal 16:11).
Entonces se cumplirá el anhelo de nuestros corazones, con los cuales hemos clamado en el pasado: «Una sola cosa le pido al Señor, y es lo único que persigo: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor Y recrearme en su templo» (Sal 27: 4).
Cuando al final veamos al Señor cara a cara, nuestros corazones no querrán nada más. «¿A quién tengo en el cielo sino a ti? Si estoy contigo, ya nada quiero en la tierra.
Dios fortalece mi corazón; él es mi herencia eterna» (Sal 73: 25-26). Entonces, con gozo nuestros corazones y voces se unirán con los redimidos de todas las edades y con los poderosos ejércitos del cántico celestial entonando: «Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir» (Ap 4: 8).
 “Este pequeño tomo no se presenta como una regla autoritativa ni como un código de fe, sino como una ayuda en casos de controversia, una confirmación en la fe y un medio para edificación en justicia. En él los miembros más jóvenes de nuestra iglesia tendrán un conjunto resumido de enseñanzas divinas, y por medio de pruebas bíblicas, estarán preparados para dar razón de la esperanza que hay en ellos.

No te avergüences de tu fe; recuerda que es el antiguo evangelio de los mártires, confesores, reformadores y santos. Sobre todo, es la verdad de Dios, contra la que las puertas del infierno no pueden prevalecer. Haz que tu vida adorne tu fe, haz que tu ejemplo adorne tus creencias. Sobre todo, vive en Cristo Jesús, y permanece en él, no creyendo ninguna enseñanza que no haya sido manifiestamente aprobada por él y sea propia del Espíritu Santo. Aférrate a la Palabra de Dios que aquí es explicada para ti